Una cama y un mosquitero para El Seibo, un pueblo
destruido
Roberto Valenzuela
Esta provincia requiere mayor atención y un cuidado
permanente del Gobierno. Desde que el río invadió el pueblo centenares de
familias no duermen porque el agua les dañó sus colchones, no tienen donde
acostarse. “Los colchones que el río no se llevó, no se han secado todavía, no
tenemos donde dormir. Lo que más necesita la gente es cama”, dijo un
dirigente comunitario.
Las autoridades provinciales y el Gobierno Central, a
través del Plan Social de la Presidencia, deben donar colchones y utensilios
para el hogar a las comunidades afectadas. Recordemos que es una de las
provincias más pobres del país. Y aunque es una obligación del Estado
socorrer estas familias, entidades y personas altruistas pueden hacer sus
donaciones.
Tampoco duermen por el pánico, terror a que el río
Seibo lo sorprenda nuevamente mientras duermen. Es decir, necesitan
asistencia del Gobierno en cuanto a la salud mental (por los daños
sicológicos) y física por todas las enfermedades que se producen luego de una
inundación.
Perdieron neveras, radios, televisores, ropa y
las cosas más elementales para un ser humano vivir. Hubo familias que quedaron
sin nada, el agua les llevó todo. Algunos tienen dificultad para comer,
el río arrastró o les dañó la estufa y el tanque de gas. Otros cocinan con
leña.
Los sectores más afectados fueron La Manisera,
Ginaldiana, Capotillo, Puerto Rico, Villa Guerrero Abajo, Villa Nené,
Buenos Aires y otros. En estos lugares el sistema eléctrico fue
completamente dañado. “Aquí no hay de nada, el río se llevó todo: estufa,
nevera; nos falta ropa”, dijo una de las afectadas.
Olor a demonio
Lo inusual, en relación con otras catástrofes, es que el río arropó estos sectores con el
lodo que trajo desde las montañas. Muchas casas quedaron completamente tapadas
o el agua-lodo entraba y salía por puertas y ventanas, que quedaron
inservibles. Con al retiro del lodo, basura y escombros, el Instituto Nacional
de la Vivienda (INVI) debe hacer reparación de casas. En algunos casos es
necesario reubicar la gente para evitar nuevas tragedias.
En estos barrios hay un olor a puro demonio, el ambiente
está contaminado, el olor pestilente se debe a algunos animales muertos y al
lodo descompuesto o podrido. Ojalá la intervención de las autoridades de salud
evite que los niños se enfermen por esta situación. Tienen problemas con el
servicio del agua potable, lo que dificultad la limpieza de las casas.
La ciudad camello
Este artículo nació de la preocupación de muchas
personalidades oriundas de El Seibo, alarmadas por la desoladora
situación que el huracán María dejó la provincia. Sobretodo, por que la
situación es mucho más tétrica, dramática, preocupante que lo que han dicho
las autoridades a la prensa. Los funcionarios estatales se concentran más
en la bulla, en su publicidad que en la
asistencia que están dando a los que perdieron todo.
Cuando pregunté al abogado Antoliano
Peralta sobre la situación de El Seibo explicó que después de las lluvias se ha
desatado una plaga de mosquitos que un amigo suyo dice que van a hacer
“el maratón: un mosquitero para El Seibo”. Como es costumbre
después de las inundaciones se desata una insoportable plaga de mosquitos,
cucarachas, ratones y otras alimañas.
Es menester que el Ministerio de Salud Pública
intervenga con operativos de donación de mosquiteros y fumigación y otros
mecanismos para eliminar las plagas que producen enfermedades
como leptospirosis, rabia, dengue, malaria, chikungunya.
Mientras conversábamos, su hermano Nilson Peralta nos
interrumpe y explica que por lo deterioradas que el huracán dejó las carreteras
un camión se fue por una barranca.
Antoliano explica que a El Seibo lo bautizaron como la
“ciudad camello” (fue fundada sobre lomas en forma de la joroba de camello), es
decir, por lo accidentada que es su topografía y que por esto las inundaciones
o crecida de los ríos hacen más daños.
Infarto
Junto a El Seibo, que es el municipio cabecera, la
otra localidad que ha sufrido mucho fue Miches: el río irrumpió al pueblo y
dañó casas, locales comerciales, estaciones de combustibles, supermercados,
colmados, campos agrícolas.
Fue tan desesperante, dramática para los pobladores
que al propietario de un supermercado le dio un infarto cuando las aguas
estaban tapando las casas totalmente. Se suma a los daños en las viviendas en
Miches y El Seibo, la muerte de caballos, vacas, cerdos, chivos y demás
animales.
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