¿Qué es el Acuerdo de París?
En diciembre de 2015, prácticamente todos los países del
mundo —195 en total; Siria y Nicaragua son los únicos que no son parte— se
sumaron al primer pacto global para reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero, que contribuyen a aumentar la temperatura global. Fue un logro
diplomático histórico.
Los estudios científicos indican que si las emisiones de los
gases de efecto invernadero continúan al paso actual, las temperaturas
atmosféricas seguirán aumentando y podrían pasar el umbral de dos grados
Celsius más respecto a la temperatura preindustrial. Eso significa que el mundo
será más caliente, que los niveles del mar incrementarán, las tormentas e
inundaciones serán más fuertes, al igual que las sequías, y que habrá escasez
alimentaria y más condiciones extremas.
No hay que olvidar que las temperaturas globales ya
rompieron récords en 2016, el año más caluroso desde que hay registro. Antes
también lo hicieron 2015 y 2014.
La idea del Acuerdo de París es que cada país, desarrollado
o no y sin importar su PIB, establezca metas para reducir las emisiones de
dióxido de carbono para prevenir esos efectos.
El presidente Donald Trump ahora anunció que Estados Unidos
se retirará del acuerdo.
Esto no necesariamente acabará con el pacto, pero podría
socavar los esfuerzos globales para reducir el calentamiento global y prevenir
un cambio climático más drástico.
Aquí te explicamos cómo funciona el acuerdo y qué pasaría
con la salida de Estados Unidos.
¿Qué hace el Acuerdo de París?
Con el pacto, todos los países que firmaron y lo han
ratificado presentaron un plan individual para reducir sus emisiones de gases
de efecto invernadero y acordaron reunirse de manera regular para revisar el
progreso e impulsar a los demás a que aumentaran sus esfuerzos.
A diferencia del tratado anterior (el Protocolo de Kioto),
el Acuerdo de París no es vinculante; así, los países pueden cambiar sus planes
según la situación interna. No hay multas por quedar por debajo de las metas
declaradas. La expectativa era que las políticas y las metas fueran reforzadas
con el tiempo por medio de la diplomacia y de la presión social.
Estados Unidos, durante el gobierno de Barack Obama,
prometió recortar para 2025 los gases de efecto invernadero en 26 a 28 por
ciento en comparación a los niveles de 2005, así como repartir, para 2020, tres
mil millones de dólares en ayuda para que los países menos desarrollados puedan
reducir su dependencia de los combustibles fósiles. (Hasta la fecha ha
repartido mil millones de dólares).
China prometió que para 2030 obtendría una quinta parte de
su electricidad con fuentes libres de carbón e India que reduciría su
intensidad de carbono, o la cantidad de emisiones de CO2 por unidad de
actividad económica.
Aunque las promesas actuales no prevendrían que las
temperaturas aumenten menos de dos grados Celsius sobre el nivel preindustrial
–el umbral considerado altamente peligroso– hay evidencia de que la diplomacia
suave del Acuerdo de París ha movilizado a algunos países a tomar acciones más
completas. Un estudio del Instituto de Investigaciones Grantham halló que la
existencia misma del acuerdo ya había llevado a decenas de países a emitir
leyes para la utilización de energías limpias.
¿Cómo sería el retiro estadounidense del acuerdo?
Dado que no es vinculante, no hay penalizaciones para
Estados Unidos por salirse.
El gobierno de Donald Trump invocaría el mecanismo formal de
retiro, que tarda cuatro años, aunque las autoridades estadounidenses pueden
dejar de participar en cumbres climáticas vinculadas al acuerdo desde este
mismo momento. Claro que, si así lo quisiera, un futuro gobierno estadounidense
podría volver a sumarse.
La administración de Trump todavía podría tomar un paso más
radical: retirarse de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, con lo que dejaría de ser parte de cualquier cumbre o
discusión al respecto patrocinada por la ONU.
Estados Unidos podría enfrentar represalias diplomáticas por
salirse. Europa, China y otros países pueden amenazar con dejar de cooperar en
otros temas que son de importancia para el gobierno de Trump. En un caso más
extremo, otros países podrían imponer aranceles contra Estados Unidos por
emisiones de carbono.
¿Qué implicaciones tiene la salida?
Los efectos domésticos en Estados Unidos no se frenarían por
completo: estados como California y Nueva York seguirán impulsando programas
como aumentar el uso de vehículos híbridos o eléctricos, mientras que el sector
privado ya se ha movido hacia la energía limpia como el gas natural.
Sin embargo, Estados Unidos estaría haciendo mucho menos
respecto al calentamiento global de lo que haría de otro modo. Un análisis del
Rhodium Group estima que las emisiones del país con Trump caerán entre 15 y 19
por ciento para 2025 respecto a los niveles de 2005, en vez de entre 26 y 28
por ciento como prometió el gobierno de Obama.
La retirada estadounidense también podría afectar los
esfuerzos globales para combatir el cambio climático; esto dependerá de cómo
reaccionen los otros países.
Líderes de Europa, China e India han dicho que mantendrán
sus promesas, aunque el futuro de las conversaciones mundiales sobre cambio
climático no es claro.
Es posible que la salida del segundo mayor emisor de gases
de invernadero del mundo del Acuerdo de París lleve a otras naciones a relajar
sus planes. “Incluso en lugares como Europa, hay grupos industriales
preocupados por su competitividad”, dijo David G. Victor, profesor de
Relaciones Internacionales en la Universidad de California en San Diego. Una
salida estadounidense “vuelve más difíciles las políticas en otros países”.
India, Indonesia, Filipinas y otros países en desarrollo
podrían ser más recelosos sobre reducir las emisiones, en particular si ya no
recibirían la ayuda financiera estadounidense para ajustarse a los efectos del
cambio climático y paliar los costos de moverse hacia energías más limpias.
Aunque no todos son tan pesimistas. El experto en política
climática Luke Kemp, de la Universidad Nacional de Australia, sugiere que otros
países podrían más bien elegir redoblar sus esfuerzos. “A corto plazo, habría
un efecto galvanizador”, dijo.
China probablemente asumirá el papel dominante en cualquier
cumbre o negociación futura. Ya ha hecho fuertes inversiones en energías
eólica, solar y nuclear para reducir su consumo antes insaciable de carbón. Sin
embargo, no queda claro qué tanto vaya a presionar Pekín a los demás gobiernos
a que sean más ambiciosos con sus metas.
Indistinto, el mundo enfrenta una lucha aún más desafiante:
las promesas actuales de todas las demás naciones sumadas encaminan al planeta
a un aumento de tres grados Celsius en la temperatura global respecto de los
niveles industriales. Eso implica un riesgo de desestabilización climática
mucho mayor, con el aumento de los niveles del mar, el deshielo en Groenlandia
y la Antártida, olas de calor y sequías más destructivas y la pérdida de
ecosistemas clave como los arrecifes de coral.
Aunque siempre está la salvaguardia de que un gobierno
estadounidense futuro se vuelva a sumar al acuerdo.
“Si parece que este gobierno solo durará cuatro años”, dijo
Victor, de la Universidad de California en San Diego, “es posible que otros
países mantengan sus promesas en materia climática y no pierdan aún la
esperanza en Estados Unidos”.
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