Nació en los guetos y ahora, con el auge del reguetón,
triunfa en todos los barrios de la República Dominicana.
Así suena el 'dembow', la música más caliente del Caribe.
Una danza tribal para las noches del siglo XXI.
Alberto G. Palomo@albertogpalomo
Suena La bicicleta y las caderas de Shakira parecen de
paso doble al lado de las que cimbrean en la pista. Unos golpes eléctricos
sacuden la columna vertebral de los bailarines, para los que el cachete con
cachete es de una mojigatería opusina. Aquí se arrima de verdad. La mujer se
dobla en posturas procaces mientras el hombre arremete al son. Incluso
levantando piernas. A lo carretilla. No como Carlos Vives.
QUÉ-que-QUÉ
¡Siete pollos!
El golpeteo repetitivo de una sintonía distinta aviva los
embistes.
¿El qué fue lo que ella comió?
¡Siete pollos!
Las letras no son garcilasianas ni los sonidos de finura
exquisita, pero aquí, en República Dominicana, el dembow se baila como danza
tribal. No importa que estemos en la barra de una discoteca o en el colmado de
la esquina: el martilleo de este sonido, de procedencia jamaicana y aupado por
la mezcla del rap con reguetón, pone a alicatar baldosas con los talones hasta
al párroco de la iglesia: tampoco se libran los templos sagrados. A la bachata
y el merengue se le suma desde hace años esta música atronadora, que retumba
por las callejuelas y automóviles como banda sonora habitual. Así es como este
país caribeño se ha convertido en el reino del perreo extremo.
No es nuevo, pero permanecía aislado entre las generaciones
juveniles y de barriadas populares. El dembow nació en los años 80, pero no ha
sido hasta la expansión del reguetón a nivel mundial y, sobre todo, de la
viralización de grabaciones caseras cuando ha llegado a estar en boca de todos.
En 2009, la canción Pepe, del grupo Los Pepe, superó las 500.000 visitas
gracias a la interpretación del puertorriqueño Tito El Bambino. Desde entonces,
la atención cambió. Su hueco en el repertorio nocturno dejó que se filtraran
otros temas a cuentagotas. Como la citada Siete Pollos, de Bulin 47, que corona
la sala en Punta Cana y provoca erupciones de testosterona.
Se baila en las discotecas y también de día, hasta en la
tienda de la esquina
Quien muchas veces ha llevado este género a las pistas ha
sido Diógenes Luis de los Santos, de 34 años. En su brazo luce tatuado el
nombre de su banda: La Batalla Del Dembow. Cuando la gente se cruza con él, le
llama, en confianza, Batalla. Su apodo de guerra, de guía turístico y de vecino
habitual de Los Mina, al este de Santo Domingo, lo ha fundido hasta hacer
realidad su pasión: ser dembowsero. Antes componía samba o tecno, pero afinó el
repertorio, se «limpió», para hacer estrofas «diferentes». «Antes el dembow era
muy bajo, con vocabulario machista y de drogas. Ahora se integra a la familia»,
explica el padre de éxitos comoEsto es pa bailar o Vamo a poneno heavy, que
pulsa en el celular a un volumen pasmoso:
Vamo a poneno heavy
Tamo desacatao
Súbete a mi cohete
Que tamo desplanetaos
DEL BARRIO AL CENTRO
Precisamente ese ascenso del barrio bajo a los locales
céntricos, con más presencia de extranjeros y clientes de cóctel en vaso de
cristal, también supuso las quejas públicas por su contenido. En tribunas y
televisiones escrutaron la continua aparición de la mujer como objeto sexual o
la denigración de valores como el esfuerzo. «Más que ofensivas, son
humillantes», protestaba un articulista en el diario Acento. «¿Por qué no
asumimos una actitud crítica ante este tipo de producto nocivo?».
Quizá por eso, durante años el dembow estuvo relegado a los
bares de extrarradio. Donde sobran las licencias y los controles de policía.
Jamás las emisoras radiofónicas le dedicaron ningún espacio. Quizás porque,
como dice Víctor Lenore en Indies, Hipsters y Gafapastas (2014), se discriminan
los ritmos fuertes para no espantar a los oyentes más tranquilos. O porque la
mayoría de ejecutivos discográficos siguen siendo blancos.
Katia Núñez Castillo, investigadora doctoral de Geografía y
Antropología en la Universidad de Lleida, da más detalles sobre el pujante
género: «El dembow tiene un origen tan remoto como el rap», dice esta
dominicana con 17 años de residencia en España. «Sus mayores exponentes son
jóvenes de barrios deprimidos que graban sus producciones para expresarse más
que como una manifestación artística. Hay predilección por las canciones cortas
y por atraer a un amplio público.
Otra característica es el baile del perreo,
que se ejecuta desde una exagerada sexualización y en cuya escenificación la
actitud de los participantes es de seducir a la pareja con movimientos
lascivos. La temática es la búsqueda de dinero fácil, la promiscuidad o los
estereotipos de género».
Coge el testigo Michael Valdés, de 25 años y miembro de Los
Pepe, esa banda que agitó la escena tras nutrirse de otros dembowseros como
Manuelito o MC Play, de los 90. «Fuimos los que lo iniciamos en República
Dominicana y cantamos lo que vemos. Es una expresión de nuestras vivencias
dirigida a las mujeres y a la gente que vive en la calle. Nadie se atreve a hablar
de delincuencia o droga», se enorgullece antes de reconocer que el objetivo es
disfrutar: «Que aparezca alguien que la goce».
Los medios critican que sus letras traten a la mujer como un
objeto: "son humillantes"
Desde luego, por el dinero no es. Sólo unos pocos, como Los
Pepe y Bulin 47, han sacado algo de beneficio en esta profesión. Y,
fundamental, salir fuera de República Dominicana. La mayoría sigue ejerciendo
por afición o como una chamba extra, buscando mientras alguna ocupación con
sueldo. «Vamos a fiestas y nos pagan 120.000 pesos (unos 2.350 euros) más
residencia», detalla Valdés. «Si es fuera, hemos llegado a cobrar 6.000 dólares
en Estados Unidos o 3.700 euros en Europa, vuelos y hoteles aparte».
El resto suele tirar de una banda de amigos, unos bafles y
un local o domicilio particular para tocar por una pequeña paga y algo de
bebida. Si hay suerte, caerá un hotel o un club turístico, que proporcionan
algunas monedas de propina.
En ese ambiente se desenvuelve con soltura Wander Vargas y
sus copais del barrio Los Guandules, también en Santo Domingo. A sus 24 años se
busca la vida en las tablas como bailarín profesional. «Especialistas en dembow
hay pocos. La mayoría estudia hip-hop, girly o funk», cuenta en un café de la
zona Colonial. Lo que más salidas da, en definitiva. Baile moderno, pero
sabiendo unos pasos de dembow. «Lo conozco para dar clases y porque mi pasión
es aprender estilos tropicales», añade Ana Luisa, de 24 años, frente a los
espejos de una escuela de baile cercana. «Es una forma de expresarse. Se
utiliza el doble sentido en todo lo que dicen, aunque menosprecian a la mujer».
«¡Pero qué peras y qué manzanas!», grita un vendedor
ambulante. Se le oye desde la azotea de uno de los inmuebles del distrito de
Vargas, a orillas del río Ozama. Cuatro miembros de su pandilla ensayan unos
pasos entre vigas. A las notas que escupe su altavoz se les unen las de los
billares o las peluquerías de la acera. Algunos se asoman e improvisan algún
movimiento suave de tobillos y brazos.
Ramón Santos, de 22 años, les silba. Lleva seis años como
cantante, inspirándose en «la calle y las mujeres», y quiere visitar el estudio
de un amigo. De la puerta cuelga un folio: Terrestudio. Lo creó Carlos Manuel,
de 27 años, hace ocho. «Por practicar junto a un amigo». Ahora edita canciones
y graba cedés desde 2.500 pesos, unos 50 euros: «Eldembow ha cambiado. Es más
comercial, menos duro. Las letras de antes se hacían como más para uno, ahora
pretende llegar a más público. Se puede fusionar, pero no desaparecerá: seguirá
siendo la música de la calle», sostiene pasando los dedos por una mesa de
mezclas mientras calibra el micrófono. Todo, en apenas dos metros cuadrados.
Poco menos de lo que ocupa el dormitorio, la cocina y el
salón de Ciara Sánchez. Esta niña de 14 años mira un concurso de la tele donde
aparecen bailarinas pasando pruebas. Suspira mientras su madre le arregla el
pelo.«Quiere cantar desde los 10, desde la escuela», comenta agarrando uno de
los tirabuzones. «Ya tiene muchas canciones con el nombre de La Barbie Rizos.
Intentamos que pase por las radios, por la tele, por los shows... hasta que
pueda dedicarse por completo a esto, escribiendo sobre la vida misma», suspira.
"¡Pero qué peras y qué manzanas!", piropea un vendedor
ambulante desde la azotea
En la radio suena Chimbala, dembowseropujante. El
vecindario, acostumbrado al perreo vespertino, se pone en fila y flexiona las
rodillas como un muelle.
Esto se baila con lo pie,
con lo pie, con lo pie
Baila como debe ser
Y no marque paquete
Que tú sabes queloqué, palomo.
Un paseante con petacas de ron en los bolsillos se para, lo
mira y, sin necesidad de imaginar la futura bacanal de caderas, suspira: «Hoy
se amanece».
Je je je je je los que escuchan el dembow no entenderían muchas palabras de la que aparecen en este tema
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