Ese afán por los “likes”
Por: Jorge Manauri
(1) Ella salía de una tienda cuando se percató de ese hombre que reconoció al instante: su ex -o actual- pareja. Huir no era posible porque el susodicho traía consigo un arma con la que antes había asesinado a un taxista. Se inicia el forcejeo entre ambos… la mujer sigue viva porque el arma del agresor se encasquilló y la bala no salió. La multitud, que alarmada mira el thriller, emite la voz de alerta y saca el celular, no para llamar a la policía, sino para grabar la escena que más tarde el morbo premiaría con “likes” y “views”.
(2) La fiscal se estacionó en el espacio incorrecto y el agente de la AMET se disponía a llevarse el vehículo. La magistrada salió en rolos del salón de belleza para impedir la acción y vociferando a los cielos su posición laboral. Inicia un intercambio de palabras que en fracciones de segundos se convierte en forcejeo físico. La mujer cae al suelo y alega agresión de parte del uniformado, mientras él asegura falsedad. ¿Hubo pruebas? Sí, claro que sí: los otros agentes, en vez de mediar para que las partes no llegaran a ese punto, se dispusieron a grabar para dejar constancia de otro capítulo improvisado del cine local. Días después ambas partes se disculparon públicamente mientras los otros agentes entendieron el mensaje: ¡a grabar se ha dicho!
(3) El semáforo estaba en rojo cuando el hombre cruzó la avenida de la Ciudad Corazón. De inmediato los agentes del tránsito le piden estacionarse para registrar el delito. El conductor, con el ego lleno de helio, sale de su yipeta y cuestiona la autoridad de los uniformados porque tenía inmunidad civil a la sazón de ser sobrino de un ministro. Cuando el susodicho dijo dos o tres malas palabras, uno de los fiscalizadores graba la escena que desató la rabia del faltante. El video fue tendencia de inmediato en las redes, aunque los agentes ya no están en la zona.
(4) El policía, estudiante de periodismo, se cansó de los abusos de sus superiores y decidió, por motivación personal o de terceros, grabar un video donde explicaba las razones de por qué un agente gana un “sueldo cebolla”. También este video se hizo viral y el protagonista, después de estar detenido por “faltarle a la institución”, fue cancelado. Gracias al cielo, a la virgen y los santos, un canal de televisión le abrió las puertas y hoy es un periodista reconocido en la faena diaria. Otros han copiado su estrategia de denuncia, sin obtener resultados similares.
(5) La mayor (rango) recibió su carta de pensión después de servirle a la uniformada durante 35 años y en la explanada frontal del edificio se hincó para dar gracias a Dios porque salió por la misma puerta que entró sin una mancha en su historial. El caso se conoció porque alguien levantó el telón y difundió la escena sin cobrar taquillas, lo que inmortalizó a la señora que fue entrevistada por varios medios nacionales.
(6) La joven se enteró que ya tenía varias semanas de embarazo. La noticia le pegó tan duro que su única solución era acabar con la vida del embrión y la suya, sobre todo porque su madre se sentiría muy desilusionada al saber que su pequeña llevaba otro pequeño dentro. Su misión era lanzarse al túnel de la avenida 27 de Febrero esquina Máximo Gómez, y lo logró. Al caer, la multitud opaca la escena por manada. Desde arriba, desde los carros, incluso desde el peatonal más alto lo que se ven son celulares grabando. Un joven, todavía humanizado, se desmonta de un vehículo y sale en auxilio de la adolescente que, gracias a eso, sobrevivió. Ella fue llevada al hospital mientras él se convirtió en un héroe casi al instante, incluso la universidad en la que se formó se adjudicó créditos por eso, y también lo posteó.
(7) Las lluvias habían dejado desolación y mucho lodo en Puerto Plata. Los caminos desaparecieron, las casas desaparecieron, hubo gente que desapareció. En la falda de una montaña varios munícipes observan el paso feroz del río que minutos antes se había cargado el puente peatonal y parte de la carretera. Desde atrás alguien le advierte al joven que grababa sobre el peligro de exponerse en la orilla, pero él lo ignora. No pasaron 10 segundos cuando el conato de calle comenzó a caer y el muchacho casi pierde más que el celular ante la prisa por no caer a una muerte segura. Se salvó a chepa para contarlo, con wifi o sin él.
(8) En un barrio capitalino una abuela no toleraba que su nietecito ignorara sus órdenes y lo maltrataba con frecuencia. Era tanto el abuso que los vecinos ya ni accionaban en su contra, hasta que una mujer decidió grabar el acto y subirlo a Facebook. Al otro día estaban las autoridades deteniendo a la abusadora mientras la suerte del niño era incierta porque no tenía tutores responsables. Un caso similar se dio en el Este, aunque en esta ocasión la agresora tenía menos piedad que la primera, si cabe la piedad en barbaridades como esas.
(9) Las dos trabajadoras sexuales le exigieron al satisfecho cliente que pague el servicio. El hombre, atento a él, se negó entregar lo acordado pensando que saldría liviano, prendido y con cuarto de allí. Ellas esperaron que avanzara y al llegar a la esquina le dieron hasta con el cubo del agua. Mientras lo golpeaban salvajemente le gritaban por el abuso, acto que generó la atención de los transeúntes y que, como era de esperarse, inmortalizaron el suceso a todo color y volumen.
(10) El reportaje de investigación pretendía dar un golpe de efecto que pudo haber sido trascendental, pero quedó cojo al presentar solamente una de las partes, quebrando uno de los principios básicos del periodismo: contrastar las fuentes. La acusada, que también es comunicadora, supo que la acusante no hizo lo que debía y aprovechó esa debilidad para defenderse. La acusadora pasó a ser acusada porque tuvo tanto afán en “dar el palo” que obvió completar el expediente y ahora hace malabares para aguantar el efecto del golpe mal dado.
Es tanta la ambición de grabar todo, con todo, para todo y por todo, que ahora la multitud pretende convertirse en figura pública transmitiendo en “live” hasta la intimidad del inodoro. Los creadores de las redes saben esto y por eso las plataformas más usadas (Facebook, Instagram, Youtube) permiten tener su propio canal de emisión simultánea, gratis.
Para que comprendan el asunto, solo en esta media isla hay 4.5 millones de usuarios de redes sociales y 9 de cada 10 jóvenes entre 15 y 34 años está en esa lista. Los internautas entran a Facebook por lo menos cinco veces al día con un 89% desde sus celulares. En un estudio que publicó The Economist el año pasado se precisa que solo desde Whatsapp se enviaron más de 7 billones de mensajes por cada mil personas en el mundo.
¿Por qué grabarlo todo? Las razones motivan invocar a Freud y el psicoanálisis, pero aplatanando el asunto lo resumimos en: ¡ser! Esas ganas incesantes de postear responden a la necesidad de “ser” escuchado, de “ser” vistos, de “ser” popular, “ser” tendencia, “ser” trending topic. Pero va más allá de ganar likes, también se debe a la falta de credibilidad en las instancias públicas y privadas porque si los agentes creyeran en la justicia no grabaran a los infractores, si los ciudadanos confiaran en la policía denunciaran los abusos en vez de subirlos, si la seriedad no fuera excepción quizás se grabara menos y se juzgara más.
Es aplaudible que se presente constancia de los delitos. Es más, si no hay pruebas quizás nadie lo crea porque la confianza se fue en el mismo vagón de la seguridad pública, la seriedad oficial, los valores morales y la razón colectiva. Pero también es cuestionable que la gente prefiera sacar su celular para grabar la golpiza antes que evitarla, que opte por subir la foto del niño quemado antes que protegerlo, que se aboque en salvar un like antes que una vida. Eso nos resta lo “humano” para limitarnos a seres, o tal vez menos. #Seguimos
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