domingo, 13 de marzo de 2016
12:27
perfil224
OPINION
No Hay Comentarios
El Valor de mis Principios
Por: Francisco Marte
Ayer hablando con un buen amigo, Sobre mi situación personal, en lo que es, la comunicación y la política, le explicaba que en ciertos momentos de mi vida me sentía ser diferente en esos grupos sociales en que interactuó o convivo, ya es que siempre dejo bien claro mi forma de pensar y de actual ( Sea por el criterio que tengo de ver las cosas o por la coherencia que pretendo llevar en mi vida) pero siempre en estos grupos terminan personas apandillandoses en torno a sus intereses comunes o personales y me ven con malos ojos.
Y es que en estos tiempos donde muchos valores morales y principios eticos se han perdido en donde la mayoria de las personas solo piensa en su beneficio personal y no en un bien común y siempre termino autoexcluyendome de esos grupos por cuestienes de principios y es en esos momentos que me sobreviene la pregunta, si es, que soy yo, el que esta mal?
Si es que ya en este mundo no vale la pena ser diferente y si no tiene valor alguno, tratar de hacer siempre las cosas correctas sin importar los intereses que se puedan afectar.
Es que a caso tener principios y no negociarlo o mantenerse firme en ellos, no tiene ningún valor?
Mi amigo que me escuchaba traquilamente me recomendó esta historia, la cual compartiré con ustedes y que en algún momento se la recomendaron a el, cuando paso por lo mismo y con ella descubrió el verdadero valor que tenemos las personas que tenemos nuestros principios bien fundados.
El Maestro y el alumno
Una historia sobre el verdadero valor del hombre a los ojos de Dios
Un muchacho se acerca a su maestro y le dice: "Maestro, ¿Por qué me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada? Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto". ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- "Cuánto lo siento, muchacho. Ahora no puedo ayudarte. Debo resolver primero mi propio problema. Quizás después". Y haciendo una pausa agregó: "si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar".
- Encantado, maestro –titubeó el joven- pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
- Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó: "Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas".
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la
molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta. Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado –más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
El joven entró en la habitación y le dijo al Maestro.
- "Maestro lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo".
- Qué importante lo que dijiste, joven amigo –contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezcas, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: "Dile al maestro, muchacho que si lo quiere vender ya, no puedo darle más de 58 monedas de oro por su anillo".
- ¡¡¡¿58 monedas?!!! –exclamó el joven -.
- Sí, replicó el joyero. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé si la venta es urgente. El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
- Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. Y ese experto sólo puede ser el que te creó. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.
Mi conclucion es, que en la vida y en los diferentes grupos sociales pocos sabran apreciar el valor que uno tiene, pero nunca negocies tus principios y tu coherencia ya que a lo largo de tu vida, si los mantienes tu valor sera mayor; Pero sobre todo en descbrira que en el transcurso de ella, alguien sabra apreciarte y valorarte en su justa dimencion.
0 comentarios:
Publicar un comentario