Leonel Fernández
Santo Domingo
A pesar del
estrepitoso hundimiento del modelo socialista, a fines de los años ochenta, a
casi 200 años del natalicio de Carlos Marx, sus ideas empiezan a ser
reivindicadas por un pensamiento diverso y renovado
Por la
preeminencia ideológica, política e intelectual que sostenía a escala
mundial
durante mis años de formación, siempre contemplé la idea de algún día visitar
la tumba de uno de los más influyentes pensadores de todos los tiempos: Carlos
Marx.
Así pude hacerlo,
al girar una visita recientemente, junto a un grupo de amigos, al cementerio de
Highgate, al norte de Londres, Inglaterra, donde se encuentran sus restos
mortales.
El día de nuestra
visita, un viento helado circulaba en el entorno. Una luz opaca, como entre
neblinas, se filtraba en el lugar; y un aire de solemnidad, de respeto y de
decoro reinaba en el ambiente.
Entre los
ilustres personajes, cuyos restos allí se encuentran, figuran, entre otros, el
destacado filósofo, antropólogo y sociólogo, Herbert Spencer; el físico,
Michael Faraday; los padres y hermanos del gran novelista inglés, Charles
Dickens; el historiador Eric Hobsbawm; y el sociólogo Ralph Miliband.
Pero entre todos
los mortales allí sepultados, el que más atrae la atención de los visitantes,
el que más curiosidad suscita y el que mayores comentarios provoca es, sin
lugar a dudas, Carlos Marx.
El pensador
Marx, conocido
como un destacado filósofo alemán, economista, sociólogo, periodista y
activista revolucionario, nació en Prusia, actualmente Alemania, el 5 de mayo
de 1818.
En 1835, a los 17
años de edad, se matriculó en la Universidad de Bonn, para estudiar filosofía y
literatura. Su padre, un prestigioso abogado, de origen judío, insistió, sin
embargo, que estudiase Derecho.
Por tales
motivos, al año siguiente, en 1836, ingresó a la Facultad de Derecho de la
Universidad de Berlín. De inmediato, sin embargo, se fascinó con la filosofía.
Se interesó por las ideas del filósofo alemán, Friedrich Hegel, cuyas opiniones
eran ampliamente debatidas en los círculos intelectuales de la época.
Se incorporó a un
grupo de pensadores radicales, conocidos como jóvenes hegelianos, los cuales, a
pesar de ser muy críticos con lo que consideraban eran las premisas metafísicas
de Hegel, adoptaban, sin embargo, su método dialéctico.
Ese método
dialéctico les sirvió para criticar, desde una perspectiva de izquierda, la
economía, la política y el orden social establecido de aquellos tiempos.
En 1841, a los 23
años de edad, escribió su tesis doctoral: La Diferencia sobre la Filosofía de
la Naturaleza entre Demócrito y Epicuro. Al año siguiente, se trasladó a
Colonia, Alemania; y luego a París, donde siguió una carrera como periodista de
medios radicales, que lo condujeron a la expulsión de esos lugares.
En el desarrollo
de su pensamiento revolucionario, se apoyó en el estudio de la economía
política inglesa, especialmente de los textos de Adam Smith y David Ricardo;
del socialismo utópico francés, de Saint Simon, Proudhon y Charles Fourier; y
la filosofía clásica alemana de Kant, Fichte, Schelling y Hegel.
Esos factores
constituyen los pilares fundamentales en los cuales se fundamenta la teoría
marxista, que procura una interpretación materialista de la historia, una
crítica del sistema capitalista y una promoción de la clase trabajadora, o
proletariado, como núcleo de vanguardia en la creación del socialismo.
Desde 1844,
cuando en la República Dominicana se proclamaba la independencia nacional,
Carlos Marx cultivó una estrecha amistad, que perduró hasta el final de sus
días, con otro notable filósofo, economista y sociólogo alemán: Federico
Engels.
Juntos
escribieron varios textos de importancia, como el Manifiesto Comunista,
publicado en febrero de 1848, considerado uno de los textos más importantes en
la historia del pensamiento político.
Ese documento, en
inolvidable lenguaje poético, correspondiente al romanticismo alemán de la
época, empezaba por señalar: “Un fantasma recorre a Europa: el fantasma del
comunismo”.
Luego, en forma
de síntesis, exponía toda una visión del materialismo histórico, al señalar:
“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días, es la historia de la
lucha de clases.”
En su trayectoria
intelectual, Carlos Marx escribió, entre otros textos, La Lucha de Clases en
Francia, el 18 Brumario de Luis Bonaparte, Contribución a la Crítica de la
Economía Política y El Capital, en tres volúmenes.
El legado
A pesar de
reconocer que el capitalismo ha constituido en la historia una fuerza
revolucionaria, Carlos Marx llegó a sostener que como consecuencia del
desarrollo de sus fuerzas productivas, en algún momento desaparecería como
sistema, siendo sustituido por el socialismo.
En la
realidad de los hechos, el socialismo no se estableció, en principio, en un
país con alto desarrollo de sus fuerzas productivas. No ocurrió así en Rusia,
con el triunfo de la Revolución bolchevique en 1917; ni con los países de
Europa oriental, al término de la Segunda Guerra Mundial; ni con la Revolución
china; ni con ninguna de las revoluciones que durante la segunda mitad del
siglo XX tuvieron lugar en varios países de África, Asia y América Latina.
Todo eso trajo
como resultado que con la caída del Muro de Berlín, el desplome de las
denominadas democracias populares de Europa oriental y el colapso de la Unión
Soviética, el marxismo, como teoría, cayera en una especie de desprestigio.
Pero hoy
comprendemos que el marxismo constituye todo un universo de múltiples
corrientes de análisis y reflexión. Además del marxismo clásico, existen las
diversas escuelas del marxismo occidental, esto es, el marxismo francés, el
italiano, el austríaco, el alemán, el británico, y de cuántas variedades
nacionales resultan imaginables.
Además, hay un
neo-marxismo, una nueva izquierda, una escuela crítica de Frankfurt, y otras
modalidades de pensamiento estructuralista, modernista y post-modernista, con
raíces inicialmente marxistas.
Pero dentro de
corrientes de pensamiento originalmente no marxistas, ha ido surgiendo el
concepto de que el capitalismo, tal como lo proclamó Marx, no es inmutable,
sino que va experimentando continuas transformaciones que podrían llevarlo a su
extinción.
Entre esos
pensadores se encuentra, en primer término, Daniel Bell, el célebre
investigador de la Universidad de Harvard, quien desde los años sesenta y
setenta venía elaborando el concepto de sociedad post-industrial, en la que el
sector servicios genera mayor riqueza que el de la manufactura.
Posteriormente,
distintos investigadores trabajan en la elaboración de los conceptos de
post-fordismo, para referirse a una etapa superior de producción al de líneas
de ensamblaje en la producción de vehículos, aplicado por Henry Ford, en las
primeras décadas del siglo XX; de sociedad de la información; de economía del
conocimiento; de modernidad tardía; y de modernidad líquida.
Peter Drucker, el
gran maestro de los estudios de gerencia, ha escrito ampliamente sobre la sociedad
post-capitalista. Manuel Castells, el reconocido sociólogo catalán caracteriza
la época actual como una sociedad de redes, a partir del impacto de la
Revolución digital; y Jeremy Rifkin, en su último libro, La Sociedad de Coste
Marginal Cero, llega a la conclusión de que debido a su espectacular
desarrollo, el capitalismo será reemplazado por nuevas formas de relaciones
sociales.
A pesar del
estrepitoso hundimiento del modelo socialista, a fines de los años ochenta, a
casi doscientos años del natalicio de Carlos Marx, sus ideas empiezan a ser
reivindicadas por un pensamiento diverso y renovado que ve en el progreso y no
en el atraso, como él lo concibió, el proceso paulatino de extinción del
sistema capitalista.
Marx fue
enterrado en la parte oriental del cementerio de Highgate, luego de 64 años de
existencia. Al hundirse su cuerpo en la tierra, Federico Engels, su amigo
entrañable, pronunció estas palabras:
“El 14 de marzo,
a las tres menos cuarto de la tarde dejó de pensar el más grande pensador de nuestros
días. Apenas le dejamos unos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos
dormido suavemente en su sillón, pero para siempre”.
Al visitar la
tumba de Carlos Marx, para rendir tributo a su genio creativo, a su admirable
labor intelectual y a su devoción por los oprimidos, satisfice una aspiración,
largamente contemplada.
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