Por: Frank Núñez (Vanguardia
del Pueblo)
Lo primero fue
que la entelequia de “Gobierno Provisional” que impuso la Organización de
Estados Americanos (OEA), manipulada por los invasores, carecía de autoridad
para demandar el retiro de las tropas extranjeras, como reclamara
insistentemente la comisión negociadora del gobierno en armas presidido por el
coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Lo segundo, y más preocupante, fue que el presidente provisional Héctor García Godoy no contaba con instrumentos militares e institucionales para garantizar un ambiente de paz entre las fuerzas locales que se enfrentaron en la revolución iniciada el 24 de abril de 1965, tras la gesta que buscaba reponer en el gobierno al Presidente Constitucional, profesor Juan Bosch.
El propio
Presidente Caamaño Deñó rehusó hacer entrega formal de la jefatura del Estado a
García Godoy, y en un acto multitudinario en el que anunciaba su renuncia al
puesto, inició su discurso con estas palabras: “Porque el pueblo me dio el
poder, al pueblo vengo a devolver lo que le pertenece”. Su proclama la hacía
ante el Altar de la Patria, con toda la calle El Conde y vías aledañas abarrotadas
de dominicanos enardecidos.
El héroe
constitucionalista pronunció su discurso el mismo 3 de septiembre, día en que
se escogió a García Godoy como presidente provisional, y advertía que “ningún
poder es legítimo si no es otorgado por el pueblo, cuya voluntad soberana es
fuente de todo mandato público”.

Tras valorar el
derecho del pueblo a escoger sus gobernantes, resaltó la pureza de las
elecciones de 1962 en las que Bosch fue elegido Presidente, prerrogativa que le
fue arrebatada por el golpe de Estado de 1963, lo que motivó la revuelta del 65
con el objetivo de restaurar la constitucionalidad usurpada por una minoría
oligárquica.
“Los dominicanos
se batían a sangre y fuego, porque esa minoría le arrebató sus libertades el 25
de septiembre de 1963. Esa minoría es la que siempre ha robado, encarcelado,
deportado y asesinado a nuestro pueblo. Y esa minoría, representada por el
triunvirato que presidió Donald Reid Cabral, se llegó a creer que este país le
pertenecía y que los dominicanos eran sus esclavos”, continuó Caamaño.
Ante la multitud
que le interrumpía con las consignas “Caamaño, seguro, a los yanquis dale
duro”, “si los yanquis no se van en Quisqueya morirán” y “fuera yanqui de
Quisqueya”, resaltó los motivos que inspiraron al pueblo y a los militares
constitucionalistas para derrocar al gobierno de facto.
“Ese movimiento,
inspirado en el más noble espíritu democrático, no era un cuartelazo más. Razón
tenía Juan Bosch cuando dijo, desde su obligado exilio en Puerto Rico, que los
dominicanos estábamos librando una revolución social. Así era porque los
sectores democráticos del pueblo, tras mucho sufrimiento y mayores
frustraciones, habían tomado conciencia de su papel histórico y, hermanados con
los militares que respetamos el juramento de defender la majestad de las leyes,
se lanzaron a las calles en busca de la libertad perdida”, argumentó.

Reconoció la
solidaridad de los gobiernos de Chile, Uruguay, México, Perú y Ecuador, que
repudiaron el atropello de los Estados Unidos contra la República Dominicana,
“haciendo honor al sentimiento de fraternidad continental de sus respectivos
pueblos”.
En una síntesis
de su pensamiento apuntó que los dominicanos, aunque esa vez no pudieron
vencer, tampoco fueron vencidos.
Críticas de
Caamaño a la OEA
En su discurso de
renuncia a la Presidencia en Armas frente a una multitud de dominicanos de
diferentes sexos y edades, Caamaño acusó crudamente a la OEA de actuar como
agentes serviles de los invasores en contra de los más caros intereses de la
República Dominicana.

“Para desgracia
de la República Dominicana y para desgracia de América, la Organización de
Estados Americanos, en vez de asumir la defensa de nuestra soberanía, en vez de
sancionar severamente la intervención militar para hacer de este modo honor a
los principios que dice sustentar, no solo se colocó de espaldas a su propia
Carta Constitutiva, sino que empujó, aún más, el puñal que hoy se clava en el
corazón de nuestra patria”, denunció Caamaño.
A seguidas
sostuvo que cuatro días después de la intervención militar norteamericana la
OEA decidió que se hiciera “todo lo posible para procurar el restablecimiento
de la paz y la normalidad en la República Dominicana”, sin referirse a la
violación de que había sido víctima la soberanía nacional.
“ ¡Nada! Ni una
sola palabra hace referencia al monstruoso crimen del 28 de abril de 1965, que
por largo tiempo conmoverá a los frágiles cimientos del orden jurídico
interamericano. Todo lo contrario. La Organización de Estados Americanos se
empeñaba entonces, ignorando y torciendo los principios, en justificar y
validar la intervención militar norteamericana”, observó.
Expresó que al
convenir la OEA en que las tropas invasoras se transformaran en “Fuerza
Interamericana de Paz”, estableció “la institucionalización del delito político
como norma de las relaciones internacionales”.
Caamaño terminó
su discurso reconociendo la valentía del pueblo dominicano en sus combates con
fuerzas militarmente superiores, invitando a los presentes a jurar por seguir
la lucha hasta lograr la retirada de las tropas interventoras, en nombre de los
ideales de los trinitarios y los restauradores.
“Juramos luchar
por la retirada de las tropas extranjeras que se encuentran en el territorio de
nuestro país…. Juramos luchar por la vigencia de las libertades democráticas y
los derechos humanos y no permitir intento alguno para restablecer la tiranía…
Juramos luchar por la unión de todos los sectores patrióticos para hacer
nuestra nación plenamente libre, plenamente soberana, plenamente democrática”,
concluyó.
Pero la lucha
armada, como podrá verse luego, aún no había terminado.
El frágil poder
del presidente provisional García Godoy
Al día siguiente
de ser escogido presidente provisional consagrado en el “Acta de
Reconciliación” auspiciada por la OEA, el 4 de septiembre, tomó posesión de su
cargo el doctor García Godoy, con la encomienda de mantener la paz entre las
fuerzas enfrentadas y organizar las elecciones para escoger un nuevo gobierno,
a celebrarse el 1 de junio de 1966.

Desde junio de
1965 se encontraba en el país el ex presidente Joaquín Balaguer, quien desde
entonces realizaba movimientos políticos, en su condición de líder del Partido
Reformista, fundado en el exilio.
En su libro de
memorias Balaguer y yo: la Historia, el escritor y jurista Víctor Gómez Bergés
revela que el 17 de septiembre de 1965, a trece días de asumir el gobierno,
García Godoy estuvo a punto de ser derrocado por militares que él se proponía
poner en retiro, como parte de sus proyectos de “pacificación”.
El comodoro
Francisco Javier Rivera Caminero, estaba entre los que iba a ser retirado junto
a los demás jefes militares y se lo hizo saber al ex presidente Balaguer, a
través del mencionado autor. “Dile a Balaguer que García Godoy tiene un decreto
listo para destituir a los jefes militares y a mí”, le dijo el comodoro a Gómez
Bergés, según recuerda.
Dice que le
mostró copia del decreto sin firma en el que se contenían las destituciones, y
a seguidas le adelantó que “nosotros hemos acordado tumbar a ese hijo de…, ya
ordené que desmonten en el Palacio los equipos de Radio Televisión Dominicana
desde donde se proponía dirigirse al país, y me gustaría saber qué piensa él
(Balaguer) y qué actitud tomaría cuando eso ocurra”.
Gómez Bergés
cuenta que acudió a la casa de Balaguer a darle la información del comodoro
Rivera Caminero, encontrándolo frente al televisor en espera del discurso del
presidente García Godoy. Tan pronto se retiró el coronel Rafael de Jesús Checo,
quien lo introdujo a la recámara del ex presidente, éste le pregunta, “¿en qué
puedo servirle?”, y de inmediato pasa a hacerle las confidencias del comodoro.
Dice que al verlo
frente al televisor le adelantó que el Presidente ya no iba a hablar. “¿Y qué
piensa usted de eso?”, le habría preguntado Balaguer sobre el mensaje Rivera
Caminero, y el interlocutor respondió que “ese gobierno no se sustentaría si
retiraba a esos militares y que los americanos no lo permitirían”.
Para mayor
demostración del poco poder del presidente provisional fue el hecho de que,
según el autor, cuando volvió a la casa de Rivera Caminero a comunicarle la
respuesta de Balaguer, se encontró con el carro del general vitalicio Antonio
Imbert Barreras, el cual le resultó familiar. Era la presencia del hombre que
originalmente la OEA intentó convertir en presidente de los dominicanos.
“Me desmonto
detrás del carro de Imbert y cuando voy a saludarle, veo que por la puerta
trasera derecha se está desmontando Héctor García Godoy. Nos saludamos los tres
y entramos a la biblioteca. Advertí un detalle que me llamó la atención: García
Godoy fue sin escolta, estaba solo. Recordé entonces que entre las cosas que
escuché en los breves minutos que estuve en la biblioteca de Rivera fue que,
además de haber ordenado desmontar los equipos de televisión del Palacio, había
dispuesto el retiro de la escolta militar del presidente”, refiere.
El autor dice que
rindió al comodoro el informe de lo hablado con Balaguer y que ya se retiraba
cuando bajando de la segunda planta de la residencia le alcanzó la esposa de
Rivera, Delgys Nardi, a quien conocía desde Puerto Plata y eran amigos, quien
le pide que no se marche hasta ver lo que ocurría con el encuentro entre el
Presidente García Godoy, el comodoro Rivera Caminero y el general vitalicio
Imbert Barreras, hombre de confianza de los norteamericanos.
“Nos sentamos en
una sala contigua al lugar de la reunión y a los breves minutos sale Rivera con
el rostro distendido, muy distinto al que había mantenido desde que los vi la
primera vez esa noche y le pide al Delgys que buscara una botella de Champagne
y varias copas. El comentario de la esposa no se hizo esperar: ya se
arreglaron, yo lo sabía”, comenta el autor.
García Godoy
había tenido que aceptar la invitación del general vitalicio, quien le sacó las
castañas de fuego con el comodoro y los demás jefes militares. De lo contrario,
el golpe militar en su contra habría sido inminente.
Por debajo del
traje del presidente García Godoy se veían sobresalir los ruedos de la pijama,
lo que evidenciaba que ya estaba acostado cuando fue a buscarle a su casa
Imbert Barreras.
El jefe de Estado
no pudo hacer los cambios que intentó en los cuerpos castrenses, medida que
solo pudo tomar cuando volvieron a encontrarse en combate las tropas
constitucionalistas con contingentes de las fuerzas regulares un 19 de
diciembre de 1965 en la histórica Batalla del Hotel Matún, en Santiago de los
Caballeros, otra demostración de la falta de consistencia y autoridad del
Gobierno Provisional.
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