Por: Jenny Vargas
Jennyvargas406@gmail.com
El género
femenino goza de bondades y privilegios únicos. En su naturaleza es portador de
la vida, de su ser emana amor y delicadeza; una fortaleza inquebrantable y
capacidades múltiples demostradas en el tiempo. Ser mujer es un concepto
amplísimo donde no todo es color rosa. Muchas mujeres con frecuencia y a través
de los siglos han experimentado en su diario vivir la tiranía del machismo en
una sociedad machista de una forma abierta y sutil.
En la lucha por
la igualdad de géneros hemos recorrido algunos kilómetros, sin embargo, no los
suficientes como para entender que la mujer tiene el derecho de sentir y ser
tan libre y espontánea como el hombre. Quiero poder salir a la calle con mi
cara limpia, desmaquillada, con mi labial color sonrisa y no sentirme atacada o
perseguida, incluso por mis iguales. Anhelo ser respetada y aceptada como soy:
natural, cómoda, siendo, viviendo. Deseo con todo mi corazón que llegue ese
momento en donde, si me corto el cabello una avalancha de comentarios molestos
no me arropen. Un mundo libre de bulimia y anorexia, de prototipos fantásticos
y vanos sobre la mujer, donde ella sea vista y tratada como sujeto en todo su
esplendor ya no como un objeto de deseo sexual.
Las mujeres
necesitamos un despertar, un plan de ejecución sobre nuestras propias vidas
para poder ofrecerle al mundo todo lo bueno que tenemos para dar, pero primero,
es urgente que entendamos nuestro valor humano, que busquemos constantemente
estar en paz con nosotras mismas, cultivar el amor propio, aceptarnos tal y
como somos, disfrutar de nuestras virtudes y bendiciones. Cuando una logra
estas cosas puede, por consiguiente estar en paz y armonía con todos los que
están alrededor.
El tiempo es muy
corto, la vida pasa muy deprisa para dejarla escapar tras lo superficial lo que
no satisface. Mujer amate, valórate y respétate. Tú mereces amar y ser amada.
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