El estilo es del
autor, es su manera peculiar de escribir, de usar recursos lingüísticos y
literarios; el corrector no puede reemplazarlo con el suyo, por el contrario,
debe preservarlo celosamente por ética profesional.
Su tarea es
corregir sólo lo que transgrede las normas lingüísticas. Puede enunciarse,
entonces, un primer principio rector: no tocará el texto original si su
redacción es tan correcta que no lo necesita.
El segundo
principio dice: no justificará vanamente su labor con sustituciones léxicas o
sintácticas inadecuadas o innecesarias.
El tercer
principio: siempre consultará al autor y respetará su opinión si se trata de
cuestiones discutibles; la palabra del autor es la que debe prevalecer.
El cuarto
principio: el corrector deberá fundamentar cada una de sus enmiendas de
carácter lingüístico; si no puede hacerlo, aquéllas carecerán de valor.
No debe anotar
las correcciones sobre el texto, si no en los márgenes de las cuartillas u
hojas mecanografiadas; lo hará con letra clara, legible (un corrector no puede
adolecer de mala caligrafía); no tachará el error del autor de manera que ya no
pueda leerse, pues aquél podría disentir de él en tal corrección y querer
mantener lo escrito con anterioridad.
El corrector
redactor es un técnico, pero este técnico no puede dejar de ser un intelectual,
un corrector de conceptos (por lo menos, los más importantes), una persona de
cultura para interpretar ese texto que tiene entre sus manos y ante sus ojos,
para llegar al fondo de la materia de que trata la obra, a la propiedad de las
ideas expuestas y hasta a la terminología, aunque ya un experto haya hecho la
corrección de concepto.
En síntesis, no
se puede corregir sin entender lo que se corrige, para evitar acciones como la
de aquel corrector que leyó en un texto El arpa de Noé y se dijo de inmediato:
No, el arpa no era de Noé, sino de David; entonces, después de haber llegado a
esta brillante conclusión, corrigió: El arpa de David y tergiversó en su totalidad,
el contenido, pues el texto quedó así: El arpa de David tenía trescientos codos
de largo, cincuenta de ancho y treinta de alto, un tragaluz, una puerta a un
costado y tres pisos. Allí metió parejas de animales, macho y hembra, para que
vivieran con él.
Los diez
mandamientos del corrector de estilo
El corrector de
estilo es un profesional que sabe cómo perfeccionar un texto, suprimir faltas
de ortografía y puntuación, detectar erratas, comprobar los datos y atenerse a
estos 10 mandamientos.
1--El corrector de
textos debe corregir faltas de ortografía, puntuación, acentuación, errores
léxicos y semánticos…; evitar localismos, ambigüedades, redundancias, erratas,
inexactitudes, pobreza de vocabulario, lugares comunes, incoherencias, fallos
de concordancia… Y cuando crea que el texto ya está perfecto, debe volverlo a
leer. Su trabajo es revisar, revisar y revisar.
2--El corrector debe
respetar el estilo de quien escribe. El texto no es suyo, sino del autor, y su
voz no puede falsificarse. Tiene que mejorar el escrito, enriquecerlo, evitar
errores, pero nunca modificarlo a su gusto.
3
El corrector debe
valorar a qué tipo de texto se enfrenta: no es lo mismo un escrito divulgativo
que uno literario, legal, científico…, y especializarse en la materia que
corrige; cuanto más conozca, mejor. Tampoco es lo mismo redactar para internet
que para un soporte en papel, para una red social que para profesores o para
alumnos.
4--El corrector
responsable tiene que saber parar a tiempo de corregir, aunque a veces le
resulte difícil. Es cierto que casi siempre se trata de un profesional mal
pagado que trabaja con plazos de urgencia en la entrega, pero el agotamiento
mental que produce la corrección hace que puedan pasarse por alto los errores.
Una pausa, un cambio de actividad o un hasta mañana permiten corregir mejor.
5--El corrector debe
cuidar la relación con el autor y mantener con él abierta la comunicación
siempre que sea posible, consultarle todo lo que dude, advertirle de errores en
las fechas, personajes, datos, fallos de coherencia…
6--El corrector está
obligado a dudar de lo que lee, aunque el autor sea experto en la materia, es
bueno cuestionar lo escrito porque eso permite detectar el error. No dar por
supuesto nada es una cualidad imprescindible para ser un buen profesional.
7--El corrector
siempre está dispuesto a aprender, no le molesta que le corrijan a él, sino que
siente satisfacción por descubrir cada día nuevos matices de nuestra lengua,
vocabulario, reglas, acepciones que no conocía.
8--El corrector está
al día también en redes sociales, sigue en Twitter, Facebook, blogs, webs… a
los que generan recomendaciones sobre el uso correcto del idioma, como la RAE,
la Fundéu u otros colegas correctores.
9--El corrector
supervisa que la maquetación sea la correcta para la comprensión del texto; por
ejemplo, comprueba que el rango de títulos y subtítulos se diferencie
visualmente, que las tipografías sean legibles, que exista correlación entre
fotos y pies, que los destacados expresen ideas completas, que la puesta en
página no despiste al lector, que no haya líneas perdidas…
10--El corrector de
estilo tiene que dudar de sus propios conocimientos, incluso de lo que cree que
sabe «de toda la vida»; siempre ha de estar dispuesto a asegurarse de que
maneja los términos con propiedad, para ello, debe tener a mano diccionarios,
ortografías y gramáticas en sus últimas ediciones, en formato papel y también
en la barra de favoritos de su navegador.
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