Por: Nairoby
Valdez
Santo Domingo,
RD.- Sus manos habían trabajado la tierra durante décadas, con firmeza luchó
activamente contra el saqueo de los terratenientes y políticos que con sus
avaricias frustraron el sueño de ver sus siembras cosechar, fruto de las malas
noches y los días que pasó de sol a sol para darle un mejor porvenir a su
familia.
Aquella mujer
ruda que caminaba descalza por el fango con “machete” en mano cortando las
ramas para abrirse camino en los montes pronto se dio a conocer y respetar en
su comunidad por las virtudes que la adornaban, luego se convirtió en la voz y
líder de los campesinos y campesinas del municipio de Hato Viejo, doña Florinda
de Los Santos Muñoz (Mamá Tingó) a la edad de 30 años comenzó a trabajar la
tierra, y es a partir de ahí que consciente del sufrimiento y las penurias de
sus pares se hace eco del dolor ajeno y lucha contra las injusticias de la
época.
Mamá Tingó
oriunda de Villa Mella, República Dominicana nació el 8 de noviembre 1921, hija
de la señora Eusebia Soriano. Se casó a los 30 años de edad, con el agricultor
Felipe con quien procreó siete hijos, luego de casarse esta valerosa mujer
dedicó sus años a trabajar la tierra y defender los derechos trabajadores del
campo.
En el segundo
período del Gobierno de Joaquín Balaguer Ricardo en la década del 1970, era muy
común que los terratenientes y políticos se enriquecieran de manera
fraudulentas a costa del ultraje y la represión de los más pobres, razón que
hace a los campesinos comenzar abrir los ojos y ponerle frente a la terrible
situación que había cobrado la vida de muchos que venían luchando por las
tierras que los vio nacer, de esta manera se forma la Liga Agraria Cristiana (FEDELAC)
, de la cual fue Mamá Tingó su principal militante y activista, llevaba en sus
hombros la responsabilidad de velar por más de 350 familias que habitaban en el
municipio de Hato Viejo.
Cada vez más
aumentaban los saqueos hechos por los terratenientes y políticos, la líder
sindical fue presa en varias ocasiones por poner de manifiesto las injusticias,
represiones y agresiones que se cometían con los campesinos y campesinas de su
comunidad.
Pasaron los años
y la líder ya en edad avanzada continuaba activa defendiendo sus tierras, ella
no tenía ningún conocimiento intelectual, pues era una mujer analfabeta, pero
con cualidades y autoridad suficiente para encabezar la lucha contra los
desalojos injustificados.
Cansada de los
abusos puso una querella en contra de un terrateniente llamado Pablo Díaz,
porque este cercó con alambres de púas más de 8,000 tareas de tierras y con
tractores arranco la cosecha de los campesinos.
El primer día del
mes de noviembre del año 1974 los campesinos de Hato Viejo se presentaron ante
el Tribunal de Monte Plata, donde se conocía el caso, pero el terrateniente
Pablo Díaz no asistió a la audiencia.
Al regresar a su
finca después de varias audiencias Mamá Tingo la mañana del 8 de noviembre 1974
le dieron la información de que el capataz Ernesto Díaz (Durín), empleado del
ruin terrateniente Pablo Díaz había soltado sus cerdos, ella fue a amarrarlos,
pero este permanecía escondido en el lugar y aprovechó para balearla con una
escopeta, intentó defenderse con un “machete” pero dos disparos, uno en la
cabeza y uno en el pecho le cegaron la vida.
Este hecho
convirtió a Mamá Tingó en un símbolo de la fortaleza y lucha de la mujer rural,
la mujer que busca la igualdad y que está dispuesta a entregarlo todo (incluso
su vida), por defender su hábitat y su sustento: la tierra. La lucha campesina
tiene su eterna mártir, la lucha campesina tiene a su eterna MAMÁ TINGÓ.
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