Por JUAN T H
El Partido de la
Liberación Dominicana (PLD) no quiere ley de partidos y agrupaciones políticas.
Eso es definitivo. Como tampoco quiere una ley de garantías electorales, ni
nada que se parezca. El PLD no quiere controles ni supervisión de nadie.
El PLD quiere
mantenerse en el poder de cualquier forma y manera. Por las buenas o por las
malas, legal o ilegalmente. Legítima o ilegítimamente. Si la ética y la moral
les son favorables, bien, si no, que se vayan para el carajo esos valores,
porque dicen sus dirigentes, en política lo importante son los resultados.
Y para intentar
perpetuarse en el poder el PLD cuenta, no solo con el control absoluto del
Congreso, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, Sistema
de Justicia con los jueces y los fiscales incluidos; buena parte de los medios
de comunicación con los principales comunicadores convertidos en bocinas,
cornetas y velloneras.
Como si no
bastara, el PLD ha comprado una gran cantidad de partidos, como el
Revolucionario
Dominicano (PRD) que ahora es una entelequia cómplice de todo lo
arbitrario y brutal que comete el gobierno morado todos los días.
A todo ese poder
político, al PLD hay que sumarle el poder económico que ha acumulado en los
años que lleva administrando el Estado, pronto serán 16, como si le
perteneciera. La corrupción ha sido el método de la acumulación de riqueza de
sus principales dirigentes, que pasaron, de pobres diablos, a dioses súper
poderosos e intocables porque están protegidos por el borrón y cuenta nueva de
la tolerancia y la impunidad.
Con todos esos
poderes y esos recursos, ¿por qué aprobar una ley que busca rescatar el sistema
de partidos, democratizar y transparentar las actividades políticas, equidad en
el uso de los recursos y de los medios de comunicación? ¿Para qué una ley que
evite el transfuguismo, la compra de conciencia y de votos, si precisamente ahí
está la fortaleza del PLD? ¿Qué gana el PLD con una ley que limita al
presidente de la República en las campañas electorales, que no puede utilizar
las “inauguraciones” de obras públicas en medio de un proceso electoral, ni
hacerle “regalos” a la gente? El PLD no quiere ley de partidos porque entiende
que no le conviene.
Una ley clara en
lo relativo al financiamiento de los partidos y candidatos para evitar el
dinero sucio y los aportes desmesurados y secretos de empresarios,
comerciantes, narcotraficantes y asesinos. ¿Para qué quiere el PLD una
legislación como esa?
Con una buena ley
es imposible o difícil que un presidente, valiéndose de su condición, emita un
decreto para sí mismo creando una fundación para salir luego con el sombrero a
extorsionar contratistas y suplidores del Estado, empresarios y comerciantes y
recaudar cientos de millones de pesos como hizo Leonel.
Con una buena ley
de partidos que condene y castigue el uso del dinero del Estado y el dinero
sucio, tal vez no tendríamos los escándalos propiciados por reconocidos narcotraficantes
deportados hacia Estados Unidos como el señor Solano, a quién el gobierno de
Leonel le otorgó, según sentencia de la Suprema Corte de Justicia, cinco mil
millones de dólares en obras.
Tampoco habría
hecho de las suya Arturo del Tiempo Márquez, ni Toño Leña cobraría lo invertido
en campaña construyendo puentes y carreteras. Quirino Ernesto Paulino Castillo
no estaría paseándose por algunos medios de prensa reclamándole a Leonel 200
millones de pesos que supuestamente le adeuda.
Pero parece que
el PLD quiere muchos Quirino, Toño Leña, Arturo del Tiempo, Figuereo Agosto,
entre otros aun no descubiertos, para que sigan, en su mundo de sombras,
financiando campañas electorales y sus candidatos para que el dinero, venga de
donde venga, siga siendo un factor determinante.
Un partido con
tanto poder y con tantos súper millonarios, no quiere, no precisa, no necesita,
ninguna ley que lo amarre, que lo supervise, lo vigile o lo condene, aunque sea
moralmente.
El país vive una
dictadura de partido único, constitucionalizada, centralizada, corrupta y
depravada. Para arrancarle cualquier reivindicación es necesaria la unidad y la
confrontación en el terreno que determinen las circunstancias. La oposición,
encabezada por el PRM, debe unirse con otras fuerzas políticas y sociales para
crear la Convergencia por un mejor país. Sin esa unidad, sin la lucha popular,
será imposible derrocar al poderoso Partido de la Liberación Dominicana.
PD: Hipólito
Mejía y Luis Abinader no pueden colocar sus aspiraciones, por legitimas que
sea, por encima del interés del pueblo, al igual que Guillermo Moreno, Fidel
Santa, Eduardo Estrella y demás líderes de la oposición. ¡Derrotar al PLD y
echarlo del poder es una labor patriótica!
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